En medio de una discusión en el Palacio Municipal, el ex Gobernador Narcizo Agundez, perdio la razón y comenzo a insultar al periodista.
Por Elíseo Zuloaga Canchola
Director del periódico digital Zuloaga Noticias
La Paz, Baja California Sur.- No daba crédito a lo que escuchaba. No sabía cuánto o qué tanto odio sentía Narciso Agúndez Montaño: estaba como loco, desorbitado, iracundo, fuera de sí, encabronado.
- ¿Qué haces aquí? ¡salte, lárgate!
- Ando trabajando señor ¿qué le pasa?
- ¡Que te saques a la chingada te digo, sácate a la chingada!. Era el grito del Gobernador Constitucional del Estado de Baja California Sur.
Pasaba de la una de la tarde de ese 14 de enero del 2008. El desencuentro se dio en el acceso al Palacio Municipal.
Al llegar, mis hijos Hannia y Jasen se habían quedado afuera, encargados con Martín Inzunza Tamayo. Había gente esperando audiencia con el Gobernador y el Presidente Municipal de La Paz, Víctor Manuel Castro Cosío.
Recién abrí la puerta de acceso al Palacio Municipal cuando Castro Cosío me hizo gestos y lanzó miradas de asombro, bromeaba conmigo, pero Agúndez Montaño quien vestía camisa azul, pantalón azul oscuro y chamarra negra de piel no lo entendió, empezó a despotricar.
- ¿Qué haces aquí? tomas fotografías para luego publicarlas y partirme la madre en El Peninsular, sácate a la chingada te digo.
- Disculpe señor, pero es un lugar público y estoy trabajando.
Y los ciudadanos que eran testigos no sabían qué hacer. En la audiencia atrás y a un costado de Narciso Agúndez, estaban cerca Omar Castro Cota, Secretario de Educación Pública; Francisco Cardoza Macías, entonces Secretario de Salud; Roberto Avilés Rocha, director del Instituto de Vivienda; Guillermo Jáuregui Moreno, Secretario de Planeación Urbana, Ecología e Infraestructura; César Uzganga González, Secretario Privado; Noé De la Rosa Escalante, Director de Planeación de la SEP, y Benjamín De la Rosa Escalante, Coordinador Administrativo del Ejecutivo.
Víctor Manuel Castro Cosío traía camisa azul clara de manga larga, se encontraba estupefacto, apenado. Permaneció en silencio y atento a los desmanes del Jefe del Ejecutivo, quien seguía vociferando a más no poder, su rostro denotaba coraje, frustración, movía las manos y alzaba la voz en tono amenazante, ordenando nuestra salida del lugar.
- ¡Te dije que te saques a la chingada, que no entiendes, lárgate, sácate a la chingada!
Mientras gritaba, señalaba la puerta y vociferaba el Gobernador ante la mirada atónita de los testigos, continuaba tomando fotografías.
- ¡Sácate pues a la chingada, que no entiendes!
- Esta bien señor ¿quién me va a sacar, usted o quién, dígame, usted o quién?
Esa sería mi respuesta ante la amenazante actitud de Narciso Agúndez quien guardó silencio, apretó los puños y se levantó de su silla, pero no avanzó, sólo permaneció de pie.
Se quedó mirándome fijamente a los ojos; estaba fuera de sí. Le temblaba el pómulo izquierdo, volteaba a todos lados, no sabía qué hacer.
Inmediatamente su jefe de escoltas, José Manuel Mariche Olmedo, se acercó en tono conciliador:
- No seas cabrón Zuloaga, dame chance, mejor salte, para evitar problemas con el Ingeniero.
- Oye Mariche, pero éste pendejo se pasa, nada le hice, además es un lugar público, no tiene por qué sacarme, o qué ¿me vas a sacar a golpes?.
- No canijo, no seas gacho, échame la mano, no quiero problemas, salte mejor.
Decía eso el Mariche mientras lentamente me obligaba a caminar hacia atrás, hacia la puerta de salida.
- ¡Mira cabrón, me saldré por ti porque somos compas, para que después no te corran cabrón, pero tu pinche patrón se pasa, anda drogado o qué le pasa al pendejo!
Era obvio que a Narciso Agúndez Montaño no le agradaba nuestra presencia. Había dado muestra de ello.
Desde el inicio de su administración se había mantenido distante de El Peninsular. Y su vocero oficial, Francisco Antonio Alcántar López obedecía puntualmente la instrucción: ¡Ningún trato con esos cabrones!.
Era intolerante a las críticas y señalamientos en su contra. Y esa tarde lo demostró.
Y años después coincidimos de nuevo, en un encuentro casual. También presente Víctor Manuel Castro Cosio, ungido como delegado de los programas de bienestar del Gobierno Federal, en la mesa donde habían servido menudo, y le dijo al ex gobernador.
-Oye Narciso, aquí está Zuloaga eh, y aquí no podrás sacarlo a la chingada eh!
La risa entre los presentes no se hizo esperar. Incluso el propio Agúndez sonrió, se levantó de la silla y civilizadamente se dio entre ambos el saludo de manos.