La Paz, Baja California Sur.- A la redacción de Tres Seis Cinco MX, llegó una denuncia ciudadana, que expresa la historia de una madre angustiada por que su hijo pueda adquirir el virus letal denominado Covid-19.
A continuación te presentaremos íntegramente el testimonios que ha generado cientos de comentarios por los protocolos que utilizan en el Instituto Mexicano del Seguri Social (IMSS).
Entendemos perfectamente las razones, pero señores del IMSS ¡mejoren la planeación de sus protocolos!
Tendré que hacer un poco de historia... Desde hace poco más de cuatro años nuestro hijo más pequeño, Mauricio de 7, se encuentra en tratamiento oncológico por Leucemia Linfoblástica Aguda, es la primera vez que hablo de este tema por este medio, pero lo hago para señalar el motivo de mis 15 minutos de terror.
Desde el año pasado debido a una infiltración al Sistema Nervioso Central, inició un segundo protocolo de quimioterapia, en las manos actualizadas y expertas de los oncólogos de ONCOCREAN del Instituto Mexicano del Seguro Social, con un personal maravilloso, muy capacitado, con una excelente y cálida atención, razones por las que tenemos infinito agradecimiento a todos ellos.
Los protocolos de higiene y prevención que ahora ustedes aplican por la COVID-19 nosotros los tenemos desde hace 4 años, pues su sistema inmunológico se encuentra permanentemente comprometido derivado de la leucemia y de la propia quimioterapia.
Ahora los cuidados se han intensificado por la pandemia, y en el Clínica 1 del IMSS, que es donde se encuentra ONCOCREAN han hecho lo propio.
Los oncólogos nos pidieron acudir a la clínica exclusivamente los días en que Mauricio vaya a recibir quimioterapia, que en su caso son 2 veces por mes; donde lo hospitalizan en el área de oncología e incluye una visita al quirófano para recibir por la vía intratecal también quimioterapia, con análisis sanguíneos de laboratorio privado para evitar exponerlo en el hospital. El resto del tratamiento es tomado en casa.
Les tengo que contar todo esto para entiendan por qué me sentí aterrada la tarde de ayer.
Resulta que nos informaron en el hospital, que como parte del protocolo para la prevención de la COVID-19, se hace pertinente y necesario que antes de que los niños ingresen al quirófano para recibir su quimioterapia, se les debe realizar la prueba para descartar que estén contagiados; la otra opción es que se les realice una tomografía en sus pulmones, para verificar que se encuentran limpios. Es un requisito totalmente comprensible, pues debemos proteger a nuestro personal médico y al de atención de primera línea.
Como entenderán, la idea de una tomografía no es atractiva por la cantidad de radiación que recibirían en cada ocasión, en Mauricio sería una vez al mes, pero hay niños que acuden al quirófano cada dos semanas.
Así que empezamos el trámite de este requisito, esperando que le realizaran la prueba de la COVID-19, lo que representaría menos riesgo que una tomografía.
Nos comunicamos vía telefónica a la clínica, donde después de una hora y media de: “dígame qué ocupa porque la Coordinadora de Pediatría está escribiendo unas recetas y no la puede atender, yo le comento y márqueme en media hora… Volver a llamar y de nuevo: “Ay es que fíjese que se fue y no me dio respuesta, pero yo le devuelvo la llamada” … Hasta que por fin me llaman y me dan la opción que buscábamos, eso sí que vayamos inmediatamente a recoger la orden del estudio.
Después de todas esas llamadas, como siempre la odisea de localizar a la Coordinadora no paró allí, mi esposo tuvo que esperar una hora para que volviera a su oficina a llenar el formato para el estudio… Lo que nunca esperamos fue que nos enviarían al Área de URGENCIAS ¡a que le realizaran la prueba! Pero como es requisito y nosotros somos muy respetuosos de las normas, acudimos.
Llevamos a Mauricio como astronauta, guantes, careta, cubrebocas, pantalón, en fin, todo el protocolo… afortunadamente vimos que no había fila, nos pasaron al área que se encontraba vacía y pensé que era como otros establecimientos que solo permiten pocas personas a la vez.
Nos indicaron que esperáramos al enfermero, el cual salió inmediatamente y tras explicar el motivo de la visita no pidió esperar para que el químico nos recibiera, nos pidieron tomar asiento (obvio no lo hice ¡no quería tocar nada!) y ahí empezaron a correr los primeros cinco minutos de terror…
Se abrió la puerta de urgencias y un hombre pide ser atendido pues presenta síntomas de la COVID-19 y yo empiezo a temblar pensando en el riesgo de mi hijo… y sí, inicia el terror pues lo pasaron y lo pusieron cerca de nosotros, obvio tomé más distancia, lo sentaron y empezaron a tomar nota de sus síntomas: dolor de cabeza, fiebre desde hace varios días, falta de olfato, tos…y yo muriéndome por entrar al consultorio y alejarnos del enfermo con el que convivíamos a escasos 3 metros en un área completamente cerrada.
Exactamente a los 5 minutos me llaman al consultorio y suspiro de alivio por alejarme del convaleciente… todo para darme cuenta de que estábamos entrando a un área más pequeña todavía, donde esperaban otros ¡siete posibles contagiados! (sí, los conté).
El corazón se me desbordaba de miedo, y pues ahí siguieron los otros 10 minutos… Afortunadamente nos pasaron directo con el químico… seguramente el miedo hizo que los minutos fueran eternos mientras nos pedían los datos para llenar el formato.
Cuando pregunté al enfermero y al químico si este procedimiento sería permanente, cada que mi hijo en tratamiento oncológico tuviera que ingresar al quirófano para recibir su quimioterapia, ellos abrieron los ojos sorprendidos y me respondieron en coro: “¿qué no tiene síntomas? Y les expliqué que no, que estábamos allí como un “simple” requisito para descartar que estuviera contagiado y no poner en riesgo al personal de quirófano.
Ellos solo movían su cabeza en expresión de negativa y me dijeron que no entendían cómo nos habían enviado allí con todo el riesgo que implica para cualquier mortal y más para un niño con cáncer y el sistema inmunológico debilitado.
En fin, nos pasó el químico a la prueba, solo tomó la muestra de la garganta pues no presentaba síntomas. Fue amable y rápido, pero no dejo de pensar que tuve retirar la careta y bajarle el cubrebocas, dejándolo totalmente expuesto con su boquita abierta por unos segundos en un área pequeña, cerrada y con el aire lleno de virus, me llega la ansiedad cada que recuerdo la imagen.
Inmediatamente después salimos agradeciendo la amable atención y cruzamos la acera, donde rápidamente nos dimos a la tarea de desnudar a nuestro hijo para cambiarle la ropa y lavarle las manos para poder ingresarlo al auto.
No se lo deseo a nadie y menos a alguien en nuestra situación.
La preocupación y la molestia es porque son muchos los niños con cáncer que van a tener que pasar por este procedimiento obligatorio, la prueba repito, no nos incomoda, muy al contrario, nos da tranquilidad.
…Entendemos perfectamente las razones, pero señores del IMSS ¡mejoren la planeación de sus protocolos!
Consideramos que esta muestra la puede tomar el laboratorio de la clínica o en la misma área de ONCOCREAN. No es posible que por un lado los oncólogos protejan a grado máximo a los niños y por otro lado los encargados de planear los protocolos de las pruebas, no consensen con los expertos la planeación para la atención de estos pacientes, los cuales requieren de medidas muy específicas de seguridad.
Hacemos responsables a la #DelegacióndellnstitutoMexicanodelSeguroSocialdeBCS y a la #DireccióndelHospitalGeneraldeZonaMedicinaFamiliarNo1 del mismo instituto, por cualquier contagio y lo que derive de ello, que se pudiera presentar entre la población de pacientes de ONCOCREAN, mientras mantengan este protocolo de pruebas para la COVID-19.
Es increíble que no contemplen el riesgo al que exponen a estos niños al enviarlos al Área de Urgencias para tomarles la muestra, donde acuden todos los derechohabientes con síntomas de la COVID-19 y corren un altísimo riesgo de contagiarse.